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El Becerro de Oro Biblia advierte sobre el peligro de mezclar las cosas ajenas con las cosas de Dios

Mezclando las cosas ajenas en las cosas de Jehová le es abominación. Revisemos nuestro andar para ver si estamos participando con lo ajeno y así encendiendo su ira en contra de nosotros. La historio de el becerro de oro en la Biblia nos advierte del peligro de mezclar las cosas ajenas con las cosas de Jehová.

Jehová es un Dios celoso que no comparte con nada ni con nadie.

¿De dónde salió el becerro de oro que la nación de Israel adoró estando en el pie del monte de Dios? En una ocasión cuando tenían la gloria del Dios todopoderoso literalmente delante de sus ojos, se volvieron a adorar a un dios ajeno. La historia principal se encuentra en Éxodo 32:1 – 35 y vamos a darle un vistazo a ciertos detalles para notar cuan fácil es caer en la misma trampa hoy día.


Un Líder Errado

Cuando Aarón fue enfrentado por Moisés, le dio la explicación de como apareció el becerro de oro. Aarón le dice a Moisés que, respondió al pueblo “¿Quién tiene oro? Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro.” ¿Piensa usted realmente que el becerro de oro salió del fuego a la suerte? La realidad es, que el becerro de oro fue una obra de fundición y por eso tiene otro nombre que es “becerro de fundición”. El becerro de oro fue hecho a mano con propósito y con intención. Ojo, los desvíos en cuanto a los asuntos de Jehová no entran a la suerte o de repente sino con intención, con propósito, y con engaño. Hay muchas advertencias sobre este tema en las Epístolas.

Cuando Moisés subió al monte, dejó a Aarón como la figura de autoridad en el campamento de Israel. Aarón fue puesto a cargo de la nación durante la ausencia de Moisés. Qué triste ver como Aarón se involucró en el pecado del pueblo. En vez de parar el desvío, en vez de hacer a la nación poner la mirada en Jehová, Aaron permitió y hasta promovió la adoración de un dios ajeno. Un líder errado.


Justificando el Pecado

Es interesante también ver como justificaron el hecho de involucrar lo ajeno en la adoración de Jehová. “Entonces dijeron: Israel, éstos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.” El lector cuidadoso reaccionará recordando que no fue así. Actualmente, ¿quién fue Él quien sacó a la nación de Israel de la tierra de Egipto? Fue Jehová quien lo hizo con su mano poderosa y su brazo extendido, no fue un becerro de oro.

Otra vez Aarón, en vez de poner la mirada de la nación solamente en Jehová, suaviza la cosa. “Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová.” Que bonito, ¿no?, hacer holocaustos y ofrendas en el nombre de Jehová. Pero darle un nombre bonito a un asunto no hace la cosa. El pueblo se desenfrenó en el nombre de Jehová en sus celebraciones delante del becerro de oro. ¿Qué encontramos en esta historia? Cuan fácil es mezclar las cosas de Jehová con el paganismo y los dioses ajenos, y cuan fácil es justificarlo para sentirse bien en el asunto.


Ver la Reflexión en vídeo sobre El Becerro de Oro

 

Puede leer más información sobre la historia en wikipedia.


Mas Becerros de Oro

La historia del becerro de oro no termina en Éxodo 32. Generaciones después, en 1 Reyes 12:25 – 33, tenemos una segunda ocasión donde se hicieron dos becerros de oro. Aquí las circunstancias son un poco diferentes pero el resultado es igual. Otra vez están mezclando las cosas de Jehová con las cosas ajenas. El rey Jeroboam tenía una solución para que el pueblo no estuviera viajando larga distancias para adorar a Jehová en Jerusalén. Claro que él, además, tenía propósitos políticos, pero este detalle solamente aumenta el cuidado que necesitamos tener sobre los asuntos que le pertenecen a Jehová. En 1 Reyes 12:28 leemos “Y habiendo tenido consejo, hizo el rey (Jeroboam) dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto.” Esta es la misma declaración que hicieron en el desierto. Una pista para nosotros en como el pecado traspasa las generaciones y cuan fácilmente las tradiciones se hacen realidad y hecho.

Incluso, el rey Jeroboam ordenó sacerdotes ajenos para atender a las cosas de los dioses ajenos. Y él acopla a los becerros de oro a una fiesta solemne que le correspondía a Jehová. ¿Qué más? El rey erigió uno de los becerros de oro en la ciudad de Betel, cuyo nombre significa: Casa de Dios. Podemos ver un paralelo entre las historias encontradas en 1 Reyes 12 y en Éxodo 32. Como por conveniencia y con propósito se justifica cumplir las cosas ajenas, paganas, religiosas en el lugar y en el nombre de Jehová.


Nuestra Generación

A Jehová no le gustó para nada la introducción de cosas ajenas en los eventos que le correspondían a su nombre. En Éxodo 32 Jehová dice que “el pueblo se ha corrompido”, que el pueblo es “duro de cerviz” y que dejara que su ira se encendiera contra ellos. En Deuteronomio 9:16 Moisés le recuerda al pueblo lo que había hecho diciendo “os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos pronto del camino que Jehová os había mandado.” En Nehemías 9:18 los Levitas que recuerdan la historia de la nación en el desierto declaran en cuanto al becerro de oro que “cometieron grandes abominaciones”.

¿Y que para nuestra generación? ¿Será que cosas parecidas existen entre nosotros? En Apocalipsis 18:4 – 5 encontramos “Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.” La advertencia que leemos aquí de salir de las religiones de este mundo y de sus prácticas malvadas hace reverberar el clamor de Moisés en Éxodo 32 “¿Quién está por Jehová?”


Mi Decisión

En 1 Pedro 4:17 leemos “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” Que cada uno escoge para su vida solamente las cosas que le son de agrado a Jehová y no mezclar entre ellas cosas ajenas que le son ofensivas.

¿Qué dirá la historia de nuestras decisiones de acoplar a las cosas de Dios la tradición, la religión, el paganismo? ¿Qué dirá la eternidad si permitimos en nuestras vidas cosas que no le son de agrado a Él, cosas que para Él le son abominación? Que nuestra mirada sea en Él. Y que para Él sea toda la honra, y la gloria, y la alabanza por los siglos de los siglos.

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